sábado, 3 de julio de 2010

Tu Diario o el Mío


Día 21 febrero 1988                                             
“Hoy es sábado. Me levanté temprano, busqué las facturas, compré el yogur y la leche para los niños y luego nos prepararemos para ir al

supermercado. Vamos a salir con Roberto y los niños, va a ser un día especial como todos los fines de semana desde hace 12 años. Llegué a casa, desperté a mi esposo con un beso y un mate. En el día de hoy se sentía tan cansado que no quiso venir al supermercado, entonces pensé ‘tiene todo el derecho asentirse así’ aunque es la salida familiar que mas esperamos todos.”
Día 3 abril 1989
“Roberto tiene tanto trabajo que casi no lo vemos, discutimos mucho por estas cosas. Hay un fuerte

temporal de viento y lluvia, cada vez que llueve miro si todos estamos en la casa ya que siento que al estar juntos estamos todos protegidos. Pero él no llega, en esos días se queda en la casa de sus padres porque el auto no anda bien.”
Día 1 agosto 1990
“Roberto y yo ya no hablamos. Estamos comenzando el divorcio.”
Este puede ser el diario personal de cualquier mujer u hombre en sus años de casados y a punto de perder su matrimonio. Seguramente la respuesta sea “Nos separamos, esto no da para más”. Hoy en día esta frase es muy común y lo más triste es escuchársela a matrimonios jóvenes. Estas situaciones suceden cuando no hay dialogo, cuando hay exceso de orgullo o cuando creen que dejaron de querer o de estar enamorados.
Hace poco tiempo conversaba con un amigo quien me expresaba su falta de tiempo para todo, incluso para pagar sus cuentas. Enfatizaba lo ocupado que se encontraba con asignaciones de la iglesia a la que pertenece, además del trabajo que le llevaba más de lo que él esperaba y junto a eso sumaba el estudio. Entonces le sugerí que le pidiese a su esposa que se hiciera cargo de pagar las cuentas y él a cambio la debería llevar a cenar. Se rió mucho por la sugerencia, pero luego de ponerlo en práctica me dijo que se sintió muy feliz. A veces con pequeñas cosas salvamos el momento que podría llevarnos a situaciones de mucho dolor.
Sería muy triste, por ejemplo, llegar a la Nochebuena y pensar en el nacimiento de Quien nos amó tanto que llegó a sufrir por nuestros problemas cotidianos, esos que a nosotros nos parecen imposibles de solucionar, y sentirnos vacíos. Pues no podremos abrazar a quien alguna vez nos enamoró y quien nos dio una progenie. Es doloroso ver llover y pensar en ¿dónde está esa familia tan amada a la que protegía con mi amor?

Es muy doloroso recordar las risas y ya no escucharlas. Es doloroso no tener a quien cocinarle su plato favorito; no tener con quien ir al supermercado; envejecer solo y tener que proyectarse el resto de su vida con recuerdos de cosas que se podían haber evitado si tan solo nos hubiésemos arrodillado y buscado la manera de solucionar estas pequeñas situaciones que se transformaron en imposibles de solucionar.
Neal A. Maxwell dijo “Mayormente llegamos a ser víctimas de nuestros propios malos deseos. Esto es aun más problemático porque vivimos en una época en que muchos equivocadamente rehúsan sentirse responsables de sí mismos, algunos procuran hacer a un lado la conciencia rehusándose a escuchar su voz, pero ese mismo rechazo en sí es un acto de elección porque así lo deseamos.
Aun cuando la luz de Cristo apenas titila en la oscuridad, sin embargo titila, y si uno la ignora es porque así lo desea, ya sea que nos agrade o no la realidad requiere que reconozcamos que somos responsables por nuestros deseos. Por lo tanto ¿Qué deseamos?”

Continúa élder Maxwell: “Todo depende de nosotros, Dios nos ayudará, pero no nos obligará, el hombre bueno desea a Dios y otras cosas en Dios, aun una simple chispa de deseo podría bastar para que una persona cambie”
Es bueno ver a matrimonios jóvenes luchar la buena batalla de la vida y criar a sus hijos con el amor que el Padre nos ha dado para volver a vivir con Él. Deseo escucharlos reír; deseo verlos mirarse como cuando se enamoraron por primera vez; deseo que lleguen a amarse de tal manera que las arrugas de cada uno de ellos sean un símbolo de amor y unidad.
Dijo Luis Castelar: “La vida no es un don gratuito ni objeto de juego y lujo; se obtiene con una madurez de juicio y se consolida con una gran severidad de costumbres”
En Exodo 3:5 dice: “No te acerques acá quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás tierra santa es”.
Cuando leí esta escritura sentí el deseo de ponerme en oración y una fuerte necesidad de arrepentimiento. Sentí que el Señor me invitaba a descalzarme y luego caminar. Descubrí como Él entró en mi interior sin descalzarme, sin fijarse en el modo. Advertí que cuando comenzaba a caminar necesitaba mirar a cada paso lo que pisaba y estar atenta en donde debía poner el pie.
Ahí me di cuenta de cuántas cosas del interior de mis hermanos se me pasaban por alto. Después del recorrido con el Señor pude ver claramente que descalzarme es entrar sin prejuicios, atento a la necesidad de mi esposo/a, sin esperar una respuesta determinada, lo cual sería entrar sin intereses previos.
Sé que el Señor vive y está presente en cada corazón. Descalzarse es entrar en cada uno y en el otro como en un lugar sagrado.
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